Ma Vien creció como huérfano. La vida era muy dura pero él no se desanimaba. Solía decirles a sus amigos: “Cuando enfrentes un gran sufrimiento, debes fortalecer tu resolución; cuando envejezcas, deberías volverte aún más implacable en tu determinación”.
Por lo tanto, Ma Vien trabajó muy duro. Cultivó vigorosamente los campos, cuidó mucho de sus animales y finalmente se hizo muy rico. Sin embargo, no se durmió en los laureles. A menudo les decía a sus amigos: “Aquellos que son ricos deben entender que deben usar su riqueza para ayudar a los pobres y desafortunados. De lo contrario, son sólo esclavos de su riqueza y están desperdiciando sus vidas protegiéndola. ¿Qué tiene eso de bueno?
Fiel a sus palabras, Ma Vien luego regaló su fortuna para ayudar a los pobres. Posteriormente, se convirtió en funcionario.
Aunque era de edad avanzada, a menudo se ofrecía como voluntario para derrotar rebeliones o perseguir a los bandidos por todo el país. Cada vez que regresaba victorioso y la gente de su aldea salía a saludarlo, decía: “Un hombre debe morir en las fronteras. Una piel de caballo bastaría como ataúd. Esa es la marca de un hombre digno. De lo contrario, ¿qué tiene de extraordinario morir en tu propia cama?
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Una buena vida es el resultado de fortalecer la determinación y perfeccionar las habilidades para construir o contribuir a la sociedad.
Todos deberíamos seguir el ejemplo de Ma Vien sirviendo a los demás y no ponernos por encima de todo. Entonces la vida tendría sentido.
