
1. Debemos educar a nuestros niños y jóvenes para que sean diligentes en lugar de malcriarlos.
2. Los adultos deben dedicarse a realizar esfuerzos que valgan la pena para contribuir a la sociedad.
3. Las personas mayores no deben simplemente tomárselo con calma, sintiendo que se lo han ganado. En su lugar, deben buscar oportunidades para transmitir sus conocimientos tanto a los jóvenes como a los adultos.
Entonces todos tendremos una mejor oportunidad de tener una vida significativa y más feliz. En otras palabras, ser vigoroso para hacer el bien y detener nuestro propio mal es una condición necesaria para la felicidad, no la autocomplacencia o el egoísmo a expensas de los demás.
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